Ana Belén Jurado Melero

La persona con enfermedad mental atraviesa por una doble problemática. En primer lugar, su propia patología; en un segundo pero no menospreciado lugar, la estigmatización social a la que se ve sometida, haciendo de estas personas seres marcados y rechazados. Es un problema con el que estoy profundamente sensibilizada puesto que, al inicio de mi formación como enfermera especialista en psiquiatría llegué a la unidad de hospitalización de salud mental con los mismos prejuicios que hoy día tiene el resto de la población. Para mí un sinónimo de enfermo mental era AGRESIÓN, con lo cual, con ese sentimiento me era imposible acercarme a la habitación de cualquier paciente sin la compañía de algún compañero o el celador.

Por aquellos entonces, lo último que podía pensar era que detrás de ese paciente existiera una entrañable persona por la que, hoy día, siento una profunda admiración y ganas de trabajar con el fin de mejorar sus vidas.

Son múltiples las causas que generan estigma en la persona con enfermedad mental. En primer lugar, debemos hablar de la famosa reforma psiquiátrica, donde nuestros pacientes pasaron de la reclusión más absoluta a la liberación plena con fin de integrarlos socialmente. Este era uno de los objetivos generales y primordiales que no se vio cumplido por, entre otras cosas, un miedo y alarma social generada, puesto que “estaban libres aquellos que debían estar encerrados y vigilados”. Pero no podemos olvidarnos de que existe una tremenda desinformación y desconocimiento sobre la enfermedad mental dentro de la sociedad, que se guía por una serie de estereotipos potenciados por los medios de comunicación de masas, que condicionan la imagen pública de los pacientes.

Nosotros, como agentes de salud especialistas, debemos comenzar a combatir este tema desde dentro, evitando términos como “esquizofrénico”, “maníaco”, “loco” o “depresivo” puesto que se trata de una etiquetación con mayúsculas en la que se anula a la propia persona, inhibiendo su potencialización como tal y convirtiéndola en algo “diferente”, y esto hace que se rechace.

Existe para mí una frase muy importante en el trato con personas en general; pero especialmente aplicable a personas con enfermedad mental: “Trata a las gentes como si fuesen lo que deberían ser y les ayudará a convertirse en lo que son capaces de ser” (Von Goethe). Esto es imposible de conseguir utilizando términos como los anteriormente expuestos.

En consulta no debemos de olvidar que trabajamos con infinidad de pacientes y muchos de ellos tienen la misma patología, por ejemplo la esquizofrenia. Pese a ese punto en común, existe una gran diversidad entre unos y otros, radicando esta diferencia en múltiples factores: apoyo familiar, relación terapéutica… De ahí que nos centremos en personas con nombre, apellidos, situación personal, familia, etc. Que sí, que padecen una enfermedad mental; pero, que ésta es única en cada caso y hay que abordarla conociendo al paciente de forma holística.


Última modificación: viernes, 19 de febrero de 2016, 10:25