Soy un ser humano que, como miles de ellos, padezco una enfermedad mental llamada TRASTORNO BIPOLAR. No voy a hablar de los síntomas, sino a ofrecer mi humilde opinión y vivencia personal, encauzadas a solucionar la ardua problemática entre enfermo mental y sociedad, desde una visión más positiva que inquisidora. Pertenezco a la asociación granadina SAPAME (Salud para la mente) y de los muchos debates que allí se realizan el que más preocupa es el día a día con el mundo que nos rodea.

Soy muy consciente del rechazo, estereotipos, prejuicios, estigmas, y sobre todo una gran desinformación alrededor de cualquier enfermedad mental, pero aun así, antes que criticar, quiero crear lazos de convivencia y comprensión hacia una actuación positiva en la relación entre enfermo mental y sociedad. Aunque resulte un poco fuerte, me atrevo a decir ¡¡basta ya de quejas!! Es mucho más positivo pensar en cómo actuar nosotros y encauzar el tema para, poco a poco, paliar esta problemática, que exigir y esperar a que todo nuestro entorno cambie.

Llegados a este punto, me parece oportuno contar mi propia experiencia familiar y social. Provengo de una familia de clase media, formada por 5 hermanos. Comencé con los primeros síntomas a los 18 años, edad muy común en la aparición de las enfermedades mentales. Tras un largo periodo de los 18 a los 43 años, los especialistas no pusieron nombre propio a mi enfermedad debido a la gran complicación de diagnóstico.

En los momentos de crisis todo se convertía en un túnel sin salida; ni mi familia, ni mi ex marido, ni mis amigos e incluso ni yo misma entendíamos qué estaba sucediendo; mi interior estaba totalmente destrozado y, peor aún, sin saber qué solución darle. Dentro de mí aparecían sentimientos de apatía, frustración, suicidio y, sobre todo, una gran incomprensión por parte de todos. Ni qué decir tiene que todos estos pensamientos eran producto del gran sufrimiento que la enfermedad ocasionaba. Algo dentro de mí demandaba continuamente cariño y comprensión, cosa que sinceramente no conseguía por más que yo me empeñase.

Gracias a un brote maníaco –y digo gracias porque esto hizo que más tarde se produjese un gran cambio en mi vida a pesar del precio que tuve que pagar durante dos años sumergida en una inmensa depresión-, uno de mis hermanos, por cierto el más pequeño, se implicó en el problema. Las visitas al psiquiatra y a centros de urgencias se convirtieron en algo natural en mi vida.

Gracias a Dios, tras la información que recibió mi hermano en las sucesivas visitas al psiquiatra comenzó, cosa bastante difícil, a tomar conciencia del problema y más tarde comencé a ver un poco de luz tras la información llevada a cabo por parte de mi querido hermano a la familia, aunque evidentemente crear esa conciencia no fue tarea fácil.

¿Por qué he contado todo esto? Sencillamente, porque establezco la similitud entre familia y enfermedad mental; con sociedad y dicha enfermedad.

Quiero hacer hincapié en lanzar a voces abiertas que somos nosotros los protagonistas de esta historia, sin ignorar el sufrimiento que conlleva; y reincido en la palabra protagonistas, como luchadores por conseguir dar soluciones a esta gran batalla. Es hora de comprender que si en etapas de crisis ya es difícil comprendernos a nosotros mismos, cuánto más exigir a los demás que nos comprendan. Resulta penoso comprobar que entre esos estereotipos se oculta el sentimiento del miedo, miedo que en lugar de informar, desinforma, miedo que en lugar de acercamientos, produce alejamientos y rechazos; pero nosotros tenemos que seguir hacia el gran reto: la enfermedad mental sólo es una enfermedad más.

Una gran idea que se ha tenido en nuestra asociación, SAPAME, ha sido la creación de nuestra propia revista, en la que escribimos relatos, poesías, cuentos, experiencias vividas, etc……. Otra buena idea es relacionarnos con personas sin esta enfermedad y compartir con ellos que no somos tan diferentes y que todos tenemos en común la misma lucha diaria para afrontar el gran reto de vivir día a día. Y vuelvo a resaltar que antes que enfermos somos personas.

Con estas pocas líneas he intentado trasladaros no sólo mi punto de vista sino mi propia vivencia que, por su complejidad, desinformación y agresividad contra la persona que la sufre y el entorno socio-familiar en el cual se desenvuelve hacen necesario un esfuerzo personal muy importante si realmente se quiere trasladar al entorno social la angustia, la falta de esperanza, el sufrimiento y cómo desarrollando actuaciones positivas que comiencen por cada uno de los enfermos es, bajo mi modesta opinión, el mejor camino para resolver esa falta de concienciación social que rodea a las enfermedades mentales en general y que yo particularmente también padezco.

Muchísimas gracias

Última modificación: martes, 26 de enero de 2016, 10:20