Tengo una enfermedad mental grave desde hace años, y los peores recuerdos de todo este tiempo no tienen que ver con los síntomas de mi enfermedad, sino con la forma en que me he sentido tratada a causa de ella. Por ejemplo, un día, una persona que conocía a mi familia le dijo a mi hijo, que tenía 9 años, que yo estaba mal de la cabeza, y como el pequeño estaba sorprendido, le dijo que se lo podía preguntar a todo el mundo en la ciudad donde vivíamos entonces. ¿Qué iba a pensar el niño de eso? ¿Qué imagen tendría de su madre a partir de ese momento?

Pero eso no fue lo peor, lo peor vino de quienes yo pensaba que me podrían apoyar y ayudar. La abuela de mis hijos (uno de ellos, que en gloria esté), les dijo en dos ocasiones que su madre, o sea, yo, estaba loca. Me sentí hundida, humillada por culpa de esa persona y de una enfermedad que yo no había escogido. Toda mi familia política me señalaba con el dedo y me maltrataba, empezando por mi marido. Llegué a intentar suicidarme al caer en una depresión por lo mal que funcionaba mi matrimonio. Un intento de suicidio por el que tuvieron que amputarme un pie.

Ahora estoy divorciada y estudio unas oposiciones para poder trabajar y así recuperar la custodia de mi hijo. Gracias al apoyo de muchas personas buenas y a la asociación SAPAME, de Granada, estoy rehaciendo mi vida, olvidando el odio y la discriminación que recibí de las personas más cercanas a causa de mis problemas mentales. Espero de verdad que no le pase a nadie más.

Última modificación: martes, 26 de enero de 2016, 10:20